No siempre me gustaron las corridas de toros, de hecho, la primera vez que fui, partí molesto de la plaza, estaba de acuerdo con aquellos que decían que era cruel disfrutar la muerte de un toro, pero con el tiempo comprendí que no era eso lo que se aplaudía, detrás de esta práctica hay 400 años de historia, y aunque muchos no lo consideren así, es parte de la cultura.
Pienso que cada uno tiene la libertad de participar del evento que quiera, y, si se esta en contra de las corridas de toros, por ejemplo, la mejor manera de protestar es no ir y promover otras actividades entre su círculo social. Espero que todos aquellos que dícen que la tortura del animal no es ética, sean ciudadanos modelos, aquellos que cruzan por la cebra y conviven en armonía con sus vecinos, y es que en la ciudad tenemos problemas más serios, ¿Acaso hacemos manifestaciones para quejarnos de algún escandalo de corrupción? Y quedándose dentro de situaciones ambientales; ¿Qué hay de la polución y el manejo de las basuras? Este tipo de cosas traen verdaderas consecuencias de salud para el ser huamano, y sin restarle importancia a la vida del toro (para mí un esplendoroso animal), creo que deberiamos centrar la atención en otros asuntos que toquen a la población en general y no desgastar tiempo ni dinero en el asunto de los toros.
Alguna vez leí en una pancarta antitaurina: Tortura no es cultura, y permitanme decir, que lo uno no tiene que ver con lo otro, pues la cultura es el conjunto de costumbres y tradiciones de un pueblo, de ningún modo se debe críticar una práctica que representa parte de la identidad de un grupo de personas, y debe mirarse con estos ojos, teniendo en cuenta que es un ritual cargado de simbolismo, musica y hasta danza. Incluso se ha involucrado a la pintura y escultura. Se podría reglamentar un poco el maltrato del animal, pues lastimosamente, considero que muchas veces la audiencia de este espectaculo tiende a caer en el amarillismo, pero suprimir la corrida sería borrar una expresión cultural.
Pienso que cada uno tiene la libertad de participar del evento que quiera, y, si se esta en contra de las corridas de toros, por ejemplo, la mejor manera de protestar es no ir y promover otras actividades entre su círculo social. Espero que todos aquellos que dícen que la tortura del animal no es ética, sean ciudadanos modelos, aquellos que cruzan por la cebra y conviven en armonía con sus vecinos, y es que en la ciudad tenemos problemas más serios, ¿Acaso hacemos manifestaciones para quejarnos de algún escandalo de corrupción? Y quedándose dentro de situaciones ambientales; ¿Qué hay de la polución y el manejo de las basuras? Este tipo de cosas traen verdaderas consecuencias de salud para el ser huamano, y sin restarle importancia a la vida del toro (para mí un esplendoroso animal), creo que deberiamos centrar la atención en otros asuntos que toquen a la población en general y no desgastar tiempo ni dinero en el asunto de los toros.
Alguna vez leí en una pancarta antitaurina: Tortura no es cultura, y permitanme decir, que lo uno no tiene que ver con lo otro, pues la cultura es el conjunto de costumbres y tradiciones de un pueblo, de ningún modo se debe críticar una práctica que representa parte de la identidad de un grupo de personas, y debe mirarse con estos ojos, teniendo en cuenta que es un ritual cargado de simbolismo, musica y hasta danza. Incluso se ha involucrado a la pintura y escultura. Se podría reglamentar un poco el maltrato del animal, pues lastimosamente, considero que muchas veces la audiencia de este espectaculo tiende a caer en el amarillismo, pero suprimir la corrida sería borrar una expresión cultural.
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Toro de Osborne, campaña publicitaria española, que se ha convertido en un simbolo de este país.
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Finalmente, reiteraría que asistir a una corrida cae sobre la consciencia y la libertad de cada uno, que hay que admitir que se maltrata al animal, y se podria minimizar, pero que esto hace parte de la identidad de los pueblos iberodescendientes, y por tanto, no se deberia considerar su supresión sino su modificación, voy a toros y valoro la carga cultural que tiene; las supersticiones del torero; las intervenciones de la banda; el entusiasta grito de "olé" y hasta los movimientos de los abanicos, pues más que tortura, toreo es cultura.